Ayer di la bienvenida a mi nueva roommate. Fabiola tiene 29 años, es una chica encantadora, que calza perfecto con la idea de “chica” que uno tiene en la cabeza.
Todos en mi familia nos propusimos recibirla liberando lo mejor de nosotros. Cepillé a mi gato, bañé a mi hijo y yo dejé gran parte de mi epidermis repartida por la casa, intentando que ésta entregara su mejor aspecto.
Debido a celebraciones varias en su empresa, llegó muy tarde. Sus cosas estaban todas embaladas y la que sería su habitación, hasta el techo de cajas y bultos. Pudimos contemplar estupefactos el Mah y yo, (porque Vicente no aguantó más y se durmió) como ella, en menos de 20 minutos, había convertido el desastre de su habitación, en un perfecto girl’s bedroom.
La cama impecablemente estirada, cuadros en la pared, cojines con bordados, lamparita de luz día rococó, velador al tono, un simpático banquito de sentar, un choapino amigable, la ropa en el closet agrupada por color y doblada como de tienda. Supe de inmediato que estaba en presencia de una maestra.
Hoy por la mañana, mientras desayunábamos, ella me miró muy compasiva y con voz sabia me dijo que yo no tenía de qué preocuparme porque ella adoraba hacer los quehaceres. Que mi casa “ahora sí” que iba a lucir muy limpia y ordenada. Mientras mascaba mi tostada verde de palta, meditaba qué hubiera pensado esa pobre mujer si hubiera visto la casa cómo estaba antes de mi súper aseo profundo.
Claro! porque yo no soy precisamente una “danzarina-brillina”. Odio todo lo que tiene que ver con lo doméstico, a excepción de cocinar. A mí me gusta leer El Mercurio o la Qué Pasa, navegar en Internet, ver películas y leer best sellers. ¡Qué la casa la limpie el gato!
Como primera lección Fabiola, puso en mis inexpertas manos un producto desengrasante (no diré la marca para no hacer publicidad gratis). Me dijo que podía ocuparlo en la cocina y lo hice.
Disparé varias veces el atomizador y el líquido espumante comenzó a chorrear por la cubierta de la cocina. Y arrasó con todo lo pegado. Disparé a las llaves, a los quemadores, a la puerta del horno, al bidón de gas, a la pared de cerámica. Era hipnotizante verlo correr por la orilla del lavaplatos y del refrigerador. De pronto la capa pegote que lo cubría todo fue desapareciendo y todo comenzó a relucir. Se abrieron los cielos. Era la primera vez que la cocina me quedaba como si la hubiese limpiado…una chica!!!!
Necesito aprender más de esta mujer. Yo creo que ella tiene el secreto.
Porque una chica debe saber limpiar bien una casa y ser ordenada. Debe ser sociable y amistosa. Tener una dulce sonrisa. Toda chica debe ser coqueta y atractiva para sus amigos. Ojalá, tenga una bella voz. Debe ser romántica y complaciente. Tiene que dejar de manifiesto su debilidad, fragilidad y necesidad de protección. Debe recurrir a las lágrimas todas las veces que sea necesario. Usar el teléfono como una herramienta que mide el nivel de afecto e interés. Debe convencer apelando a todas esas palabras que tocan la fibra. Debe arrastrar el poncho con sutileza y también la guata cuando es preciso. PUFffffff!!!! Me falta tanto…si soy casi un “Carlitos”.
Estaba pensando, ahora que se acaba el año y una piensa en hacer por ahí algunas renovaciones, ¿qué pasaría conmigo si me transformara en una “mina”?.
Sin duda, mi casa luciría mejor. Pero yo tendría que coserme la lengua y quitarle varios ladrillos a mi muralla de principios y muchos kilos a mi saco de honestidad y transparencia.
No obstante, pude comprobar en estos días que como a toda mina me emociona recibir un regalo sorpresa con un tierno peluche en su interior. Ese podría ser un síntoma del cambio. Con la Fabiola a mi lado, quizás aprenda más secretos de los lavalozas, de los limpiamuebles, de los multiusos. Capaz que el 2008 sea el año en que por fin aprenda qué diablos quieren los hombres y que las chicas que son muy “minas” saben tan bien.
Todos en mi familia nos propusimos recibirla liberando lo mejor de nosotros. Cepillé a mi gato, bañé a mi hijo y yo dejé gran parte de mi epidermis repartida por la casa, intentando que ésta entregara su mejor aspecto.
Debido a celebraciones varias en su empresa, llegó muy tarde. Sus cosas estaban todas embaladas y la que sería su habitación, hasta el techo de cajas y bultos. Pudimos contemplar estupefactos el Mah y yo, (porque Vicente no aguantó más y se durmió) como ella, en menos de 20 minutos, había convertido el desastre de su habitación, en un perfecto girl’s bedroom.
La cama impecablemente estirada, cuadros en la pared, cojines con bordados, lamparita de luz día rococó, velador al tono, un simpático banquito de sentar, un choapino amigable, la ropa en el closet agrupada por color y doblada como de tienda. Supe de inmediato que estaba en presencia de una maestra.
Hoy por la mañana, mientras desayunábamos, ella me miró muy compasiva y con voz sabia me dijo que yo no tenía de qué preocuparme porque ella adoraba hacer los quehaceres. Que mi casa “ahora sí” que iba a lucir muy limpia y ordenada. Mientras mascaba mi tostada verde de palta, meditaba qué hubiera pensado esa pobre mujer si hubiera visto la casa cómo estaba antes de mi súper aseo profundo.
Claro! porque yo no soy precisamente una “danzarina-brillina”. Odio todo lo que tiene que ver con lo doméstico, a excepción de cocinar. A mí me gusta leer El Mercurio o la Qué Pasa, navegar en Internet, ver películas y leer best sellers. ¡Qué la casa la limpie el gato!
Como primera lección Fabiola, puso en mis inexpertas manos un producto desengrasante (no diré la marca para no hacer publicidad gratis). Me dijo que podía ocuparlo en la cocina y lo hice.
Disparé varias veces el atomizador y el líquido espumante comenzó a chorrear por la cubierta de la cocina. Y arrasó con todo lo pegado. Disparé a las llaves, a los quemadores, a la puerta del horno, al bidón de gas, a la pared de cerámica. Era hipnotizante verlo correr por la orilla del lavaplatos y del refrigerador. De pronto la capa pegote que lo cubría todo fue desapareciendo y todo comenzó a relucir. Se abrieron los cielos. Era la primera vez que la cocina me quedaba como si la hubiese limpiado…una chica!!!!
Necesito aprender más de esta mujer. Yo creo que ella tiene el secreto.
Porque una chica debe saber limpiar bien una casa y ser ordenada. Debe ser sociable y amistosa. Tener una dulce sonrisa. Toda chica debe ser coqueta y atractiva para sus amigos. Ojalá, tenga una bella voz. Debe ser romántica y complaciente. Tiene que dejar de manifiesto su debilidad, fragilidad y necesidad de protección. Debe recurrir a las lágrimas todas las veces que sea necesario. Usar el teléfono como una herramienta que mide el nivel de afecto e interés. Debe convencer apelando a todas esas palabras que tocan la fibra. Debe arrastrar el poncho con sutileza y también la guata cuando es preciso. PUFffffff!!!! Me falta tanto…si soy casi un “Carlitos”.
Estaba pensando, ahora que se acaba el año y una piensa en hacer por ahí algunas renovaciones, ¿qué pasaría conmigo si me transformara en una “mina”?.
Sin duda, mi casa luciría mejor. Pero yo tendría que coserme la lengua y quitarle varios ladrillos a mi muralla de principios y muchos kilos a mi saco de honestidad y transparencia.
No obstante, pude comprobar en estos días que como a toda mina me emociona recibir un regalo sorpresa con un tierno peluche en su interior. Ese podría ser un síntoma del cambio. Con la Fabiola a mi lado, quizás aprenda más secretos de los lavalozas, de los limpiamuebles, de los multiusos. Capaz que el 2008 sea el año en que por fin aprenda qué diablos quieren los hombres y que las chicas que son muy “minas” saben tan bien.