domingo, 20 de enero de 2008

PROYECTO GORAN (FINAL)


El maestro Bregovic, soberbio, el percusionista-cantor gitano, wow!!! Pero el saxofonista flautín, nos dejó Plop! a todos. Un músico magistral.
Dos horas de concierto que se hicieron brevísimas, por toda la energía y talento de nuestros invitados de lujo. Porque no solo vampiros y millonarios producen los Balcanes.
Pasadas las 23:00 hrs. Y luego de una segunda aparición voceada por el pueblo chileno, que además de Bregovic, pedía “libertad para el mapuche por luchar”, el concierto se acabó. Parecía que habíamos estado en una fonda. Pasados a humo. El autóctono choripán nos llamaba con su olor delicioso. Yo a esas alturas me había olvidado de mis temores y las apariciones indeseadas. Con mi jugoso choripán en marraqueta y mi diet Coke, era una mujer feliz.
23:20 e íbamos invictos No nos habían cogoteado. Aunque vimos pasar un par de buitres que andaban buscando presa. Nos sumamos a la masa y llegamos a un paradero. Mi compañero guía sufrió un repentino enmudecimiento, señal inequívoca de “tenemos que salir de aquí”. La actitud aperrada que había marcado la jornada, comenzó a wuatear cuando cachamos que las micros iban llenas. Buscamos la alternativa taxi. Llenos!!.
Antes que “pandiera el cúnico”, detuvimos a un amable señor (YAAaaaaaa) que transitaba con su taxi por la vereda. Montados en la seguridad del vehículo, mi amigo se volvió parlanchín otra vez.
El taxista era de la casa. Rudo y energumenecido por la vida.
A punto de chocar un par de veces, con el cumpa, tratamos de distraernos del chacal del volante intercambiando información. Pero al viejo le dio con hablar de La Bandera. Que era terrible, que quedaba siempre la cagá en los conciertos, que las hordas de delicuentes. Me daba la pálida dimensionar dónde estuvimos metidos el pobre Bregovic y yo. Porque los gitanos estaban felices en su ignorancia. Se fueron pensando que éramos alegres y civilizados. Ojalá que lleguen contando a su península que estamos al borde del desarrollo, a través de la cultura. Que nos sabíamos sus canciones, que hablamos bosnio y que dimos muy buena impresión en sus conciertos. No deben haber visto el racimo de pacos que estaban diseminados por todas partes. A lo mejor se preguntaron “quién era el mapuche en cautiverio”. Ojalá no les hayan robado los instrumentos. Pero lo bueno es que estos destacados músicos vieron que tenemos un corazón gitano como ellos y que el poder de la música es capaz de recuperar lugares como La Bandera de un solo paipazo a la delincuencia.
El compay y yo medios tiritones, volvimos a la apacible Ñuñoa. Él a continuar el carrete, yo a besuquear a mi precioso dormido, dando gracias al Pulento por haber vuelto entera. (FIN)

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